Por
Jorge Monteza
Primera muerte de María (1988) es una
novela hermosa, triste y extraordinaria. Casi inhallable –urge una reedición–, como las cosas que
reúnen esos tres adjetivos. Da cuenta de algunos aspectos de la realidad
peruana a través de estampas como la procesión del Señor de los milagros, la
vida costanera, protestas sociales; así como de aspectos de la realidad humana
como el amor, la desgracia y la muerte. Contados con gran destreza narrativa y
un tono poético lacerante. La estructura de esta novela es por demás notable,
de collage o vanguardista se dirá. No obstante, más allá del experimentalismo
técnico, este planteamiento busca articular una poética del cuerpo.
“En mi libro es el cuerpo el que habla” es
parte del epígrafe (cita de Joyce) que abre la novela, en la cual se alternan tres
narradores. Uno de ellos plantea su narración como un strip tease de Lady Ciclotrón. Razón suficiente para pensar que
hacia el final, hacia las últimas páginas nos aguarda lo mejor. Pero
precisamente en esto se debe tener presente el propósito de la novela performance,
del libro que habla a la manera de un cuerpo.
Uno de los narradores, irá
“soltando” alternadamente escenas de la vida de María Magdalena Pacheco, la
guapa morena que sobre el escenario es la exuberante Lady Ciclotrón, pero fuera
de él es la sencilla y elemental muchacha que tiene afición por la comida
criolla, devoción al señor de los milagros y mala suerte en el amor. Cuenta de
la entrañable amistad entre José y Pedro, “la amistad es esa cosa fantástica
que nos llena de alegría sin saber por qué. No nos da plata. No nos da placer
al cuerpo. Pero, ¡carajo!, no se puede vivir sin ella”, dice este narrador y de
cómo María entre los dos era como “un faro” que los acercaba y los separaba a
un tiempo. En la historia de María y Roberto, que se conocen y se saben el uno
para el otro a pesar de ser él un “blanquito” de zona residencial y ella una
mulata de callejón, se exponen los patológicos prejuicios racista y clasistas
de los que somos presa los peruanos.
Otro narrador, a
la manera de la voz del autor enuncia en un diario, que va del 22 de agosto al
8 de octubre de 1980, veinte años después de haber escrito en Roma sobre la
procesión del Señor de los milagros, Lady Ciclotrón, José, Pedro y declara que
todo es como en el texto; pues se halla en esa procesión y sus personajes
también. Habla de sus estos y su novela anterior El cuerpo de Gulia-no, expone el recorrido de su arte poética y
cómo al vislumbrar una historia sobre pescadores en la costa peruana, eterno
enamorado de ese lugar, se da cuenta que no era la representación del paisaje
por la palabra lo que requería sino los colores, el espacio y las texturas, lo
que asume como una desnudez del lugar. Su lenguaje debía convertirse en un
cuerpo. “Un strip-tease verbal”. “Una
composición de una surte de espectáculo escrito”.
Primera muerte
de María es un libro lleno de simbolismo y poesía, las alusiones bíblicas y
mitológicas son abundantes y no fortuitas. Así, el color morado, púrpura o
violeta del Señor de los milagros que también son los colores de las prendas de
Lady Ciclotrón, el color que poéticamente el narrador a tribuye a la peste, el
color de la Flor del Señor de los milagros o llamado también Sangre de Saturno,
flor de la que doña Paquita habla, el mismo color de la sangre que surge de las
entrañas de María al morir.