Por Jorge Monteza
A pesar de tener un nombre tan difícil de
pronunciar para nosotros los hispanohablantes; Czeslaw Milosz es un poeta polaco
que, debemos deducir, escribe originalmente con un lenguaje claro y cristalino
como el agua. Pues ese es uno de los rasgos más sobresalientes de la traducción española de Isabel Sabogal en este texto
Poesía reunida (Lima, Ediciones del Hipocampo,
2012). Miliosz es poco conocido en nuestro medio, a pesar de ser un Premio Nobel
(1980), pero precisamente para nuestro medio su poesía puede ofrecer, además de
la belleza natural y carga significativa que todo buen poema posee, sentidos
que atañen directamente a nuestra realidad cultura. Y con “nuestro medio” me
refiero al Perú, a nuestro Perú de ricas montañas, hermosas tierras y risueñas
playas, como dice la canción, en cuyo amplio territorio nuestra diversidad
cultural es riqueza solo en teoría y en los slogans de la Marca Perú para fines
comerciales, en la práctica las segregaciones culturales y raciales, y absurdos
chauvinismos son casi un hábito entre nosotros. Digo que la poesía de Milosz es
pertinente para este aspecto de nuestra realidad porque él representó, en
cuerpo y alma, (preciso es entender que el alma del poeta está en sus palabras)
la lucha contra los totalitarismos y las segregaciones que le han costado el
exilio y el rechazo de algunos incluso compatriotas.
Czeslaw Milosz nació en Lituania pero es
considerado polaco por el idioma que optó. El pueblo donde nació, Seteniai,
perteneció a la Rusia zarista, ahora a la República de Lituania donde, cómo no,
“se entrecruzan varias vertientes culturales ligadas a determinada religión o
idioma” (I. Sabogal). Lituania en el mapa a veces figura como parte de Europa
oriental y otras como parte de Europa occidental, por hallarse en el límite
entre ambas. El lugar donde nació el poeta es por demás “un territorio de
fronteras movedizas”. Esta circunstancia es una de las marcas de la poesía de
Milosz que ha sido felizmente captada por Isabel Saboga en este libro, tan así
que el primer poema con el que empieza titula EN MI PATRIA. Que dice: En mi
patria a la que jamás volveré / hay
un lago inmenso en medio del bosque, / y nubes anchas, deshechas, hermosas / lo
recuerdo al echar la mirada hacia atrás. / Y el murmullo de aguas quietas en un
atardecer oscuro, / Y el fondo, de hierba espinosa cubierto, / el grito de las
gaviotas negras, lo rojo de los atardeceres fríos, / el vehemente silbido de
las cercetas en lo alto. / Duerme en mi
cielo ese lago de espinas, / me inclino y veo allí al fondo / el brillo de mi
vida. Y aquello que me aterra, / está allí hasta que la muerte me configuré por
los siglos.
La imagen del poema es poderosa: el cielo que
se refleja en el lago permite concebir también la imagen de ese lago en el
cielo, que a diferencia del lago de la tierra este se mueve, en tanto el poeta
se mueva. Y en el fondo de ese lago del
cielo personal, movible se halla el brillo y lo que le aterra de su vida hasta
la muerte. Este poema, como en general buena parte de la poesía de Milosz, es
uno de los que mejor expresa la idea de que la patria no está en un territorio
sino que está interiorizada en los sujetos que viven esa patria aunque estén
pisando diversos suelos. Se expresa la idea de que la patria y la cultura se llevan
la lengua que uno habla y la historia de esa lengua. De ahí que, por ejemplo,
se pueda establecer un vínculo, a primera vista inimaginable, entre Milosz y Arguedas,
pues el escritor peruano acaso no crea una imagen semejante al lago de Milosz,
con aquel bello título Los ríos profundos, donde podía encontrar lo más
esencial de su ser cultural y su ser
humano, aquel escritor que se sentía como un demonio feliz por ser un peruano
que orgullosamente hablaba en cristiano y en indio. Que sostuvo que cualquier
sujeto no engrilletado por el egoísmo y la estupidez puede vivir feliz todas las
patrias. Milosz explora una vez más ese sentimiento a manera un art poética en
el micropoema Hipótesis: Si es que, dijo,
escribías en polaco / para castigarte por tus pecados, serás redimido. En
ambos casos subyace la noción, más aún, de que la patria también se hace con
palabras. Acaso no es también el sino de Isabel Sabogal que viviendo las dos
culturas, la polaca y la peruana, está viviendo feliz sus patrias al mismo
tiempo que las recrea.