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viernes, 29 de octubre de 2010

Toda la vida de Fátima Carrasco



Por Jorge Monteza

Una de las cosas fascinantes de la narrativa, tanto en la escritura como en la lectura, se explican con dos metáforas conceptuales: hilo y tejido. La expresión: seguir el hilo narrativo, equivale a estar atento a lectura o estar cautivo de ella. Y tejer o hilvanar el relato, expresan la habilidad o maestría del escritor para juntar palabras, relacionar hechos, erigir conceptos. Fátima Carrasco, cuenta con esta cualidad como narradora, y Toda la vida —libro de relatos que aquí presentamos— lo confirma. Esta cualidad permite que sus lectores sigan el hilo de sus historias con facilidad, deleite hasta llegar al nudo que concluye el tejido: el punto final. Y entonces se puede apreciar una idea, un sentimiento dibujado en todo el libro, con todos y cada uno de los relatos. Y eso es unidad. Uno de los logros de este libro es la unicidad que cobra al llegar a la última página. Es decir, su riqueza semántica es mayor y plena si se interpreta después del punto final.
Todas son historias diversas, de situaciones diferentes, en ambientes de la vida cotidiana que en sus desenlaces se abre un resquicio, una instantánea que revela sujetos, personajes fragmentados entre el pasado y el futuro, entre el recuerdo y el olvido; porque los protagonistas tienen un ser, siempre, recordado; un ser que está del otro lado del tiempo. De un tiempo tan largo que puede ser calificado con la expresión cacera y certera: Toda la vida. Justo título.
En términos semióticos podemos decir: aquello que se ve en el tejido narrativo es el tiempo como componente de la pasión. No en vano los estoicos decían que “las pasiones son enfermedades del tiempo” de la organización del tiempo de la experiencia humana. La esperanza, por ejemplo, es un querer; desde luego, un querer que se refiere al futuro, anota Paolo Fabri. Y por otro lado está la desesperación que sucede cuando hay algo que no se puede querer, aunque sea necesario por algo que acaeció en el pasado. Los personajes de Toda la vida fluctúan constantemente entre estas pasiones de dimensión temporal: la esperanza y la desesperación, el pasado y el futuro. Un buen ejemplo de lo abigarrado de estás pasiones en una historia es el cuento Identikit. En tiempos del terrorismo, los militares (ese otro terrorismo) torturan a Lorenzo, esposo de Aurora, luego éste figura como desaparecido. Entre la desesperación y la esperanza, Aurora reparte las seis únicas fotos de su esposo en los pueblos de los alrededores y por años repite lo que ocurrió aquella tarde. Un día se entera que unos “ccalas” están documentando casos. Ella acude, les cuenta su historia; el joven le pide una foto del desaparecido, y ella, impotente, admite que ya no tiene ninguna. Pero, toma el lápiz y con desesperación dibuja la cara de su esposo, para mantener la esperanza, quien sabe por unos años más, por un tiempo más.
El tiempo en estos cuentos llega a traducirse en inevitable distancia física o metafísica que es aquello que va oscureciendo nuestro mundo, pregunta sobre lo cual se platea uno de los epígrafes con los que inicia el libro: What was it, that so darkened our world?
Toda la vida es un libro que se deja leer con soltura y deleite, es un libro hecho con paciencia y dedicación artesanal, y que además goza de un poder de sugerencia propio de la pintura o la fotografía artística.


Artículo leído en la presentación de libro en la II feria del libro AQP.

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