El nido de la tempestad
(Arequipa, editorial Tribal 2012) es seguramente una de las novelas más ambiciosas
e interesantes que se hayan escrito en Arequipa, tanto por la diversidad de
recursos técnicos como por la dimensión histórica, política y sociológica que
abarcan sus historias. Supe de esta novela hace dos años cuando estaba
finalizándose los últimos capítulos, haciéndose las últimas correcciones. Fue,
curiosamente, cuando asistí a la presentación del libro de otro narrador
arequipeño (Juan Pablo Torres)en un pequeño bar de la avenida ejército. Llegué
un poco temprano o la presentación empezó un poco tarde como más o menos es
costumbre. El bar estaba casi lleno. Había sitios vacíos entre los grupos de
asistentes en el que quizá conocía a alguien pero no a todos, así que acercarse
resultaba un poco inoportuno, hacia otro lugar vi en una mesa un tipo
solitario. Consideré que era mejor importunar a un solitario que a un grupo.
Este era un señor de terno con toda la apariencia de oficinista. Después de
sentarme le pregunto, como quien pregunta por el clima, ¿vino a la presentación
del libro? (había personas que estaban ahí solo para tomarse un trago).
Afablemente me responde que sí, y empezamos a conversar sobre anécdotas literarias.Pero
yo estaba inquieto porque ese señor de apariencia de oficinista e
inverosímilmente tan letrado, me parecía conocido. Como sospecharán, sí, se
trataba del señor abogado y escritor Yuri Vásquez, nombre que yo había
escuchado años atrás en las conversaciones literarias en la universidad, y daba
la casualidad que recientemente había leído Cortometraje,
su libro de cuentos, y recordaba que después de esta lectura había opinado en
una conversación que Cortometraje era uno de los mejores libros sino el mejor
libro de narrativa que se había escrito
en Arequipa; y claro, había visto su cara en la solapa de este libro. De
sopetón corto aquello de lo hablábamos y le digo señor Yuri leí Cortometraje; le
digo lo mucho que me gustó.Y con la serenidad de quien responde un saludo, me
dice, ah, qué bueno. Le pregunto por su próxima publicación y me habla con
cierta parsimonia de una gran novela que la empezó en los años ochenta, que ha
retomado para terminarla y publicarla, se llama Subterráneos, me dice,pero duda
porque también le gusta el título El nido de la tempestad. Así supe la historia,
antes de leerla,de Mauro, “el cholo leído” y Marielena la dama letrada y bella.
De la desgracia y ansiedad de Mauro, de estar casado con una mujer hermosa y a
la que nunca podría tener, a la que no ha besado, ni siquiera acariciado; por
esa soterrada y amarga historia que casi toda la novela se callan. La historia
de Carola y “el criollo”, esta mulata mami de burdel y el delincuente cuya
suerte en la vida parece radicar en el color blanco de su piel, su barba y “su
porte de gente decente”; protagonizan una historia turbia pero no exenta de los
escasos brillos del amor. También es sufrible y violenta la relación entreMarcial
y Meche, de Olga y Antonio. Todas estas marcadas por diferencias raciales.
Paralelamente, se desarrollan las historias de la actividad política de los
estudiantes de la UNSA, su adhesión socialista, comunista; inteligentes debates
entorno a los postulados de Mariátegui y Haya de la Torre. En los intersticios
de los discursos políticos hay, sin
embargo, una búsqueda utópica, o infructuosa en todo caso, del origen de la
violencia que dio lugar a la guerra política que vivimos en los ochentas. Las
historias de las parejas y sobre todo de la aristocracia decadente arequipeña,
en esa familia de “arequipeños de pura cepa”, “descendientes de las familias de
los Caballeros de la Espuela dorada, fundadoras de la ciudad y con mucho
orgullo, siempre fieles al rey” como gustaba rememorar doña Rosalía; estas
historias son las que sugieren que en el origen de la violencia política se
halla otra forma de violencia más bien solapada y cotidiana pero igualmente
nefasta: el racismo. Las lecturas políticas y sociológicas de esta novela son
múltiples pero coherentes.
Otro
valor y gran aporte de esta novela es el manejo del lenguaje y la técnica en
general que le dan dinamismo y fluidez a una novela de 459 páginas. Percibo en
la narración de Yuri cierta influencia del cine, del cine clásico sobre todo.
Los capítulos en su mayoría empiezan con una larga descripción,poseedores de
una rica carga visual, como si se tratara de una cámara haciendo paneo. En
otros capítulos, opta por el experimentalismo, con un discurso narrativo interrumpido
constantemente por otra voz que le habla
en segunda persona, un discurso intermitente de frases, incluso de palabras
entrecortadas, lo cual no es raro en la poesía vanguardista, pero sí lo es en
la novela.
Atención
especial creo que merece los monólogos de la india sirvienta que cuenta los
relatos familiares que doña Rosalía solía contar para explicarse “cuándo se
malogró todo”, “cuando vinieron los san martines y los bolívares al Perú” y
después “cuando vinieron a Arequipa los punos y los cuscos”, sostendrá doña
Rosalía como expresión de su decadencia. En este punto El nido de la tempestad
es una novela que plantea también el problema de la identidad arequipeña,
plantea la gran y noble pregunta:qué es ser arequipeño.
Todas
estas historias han cobrado una gran fuerza e intensidad en mi lectura, en los
últimos tres días, seguramente, cómo no, estimulado por el vago recuerdo, de hace dos años, cuando el Dr. Yuri me contaba estas historias
en un pequeño bar, cuando yo me había sentado por fortuna y sin saberlo con uno
de los mejores narradores de la literatura arequipeña.
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