Entrevista a Fernando Rivera* a propósito de Invencible como tu figura
Por Jorge Monteza
1. Cómo cifrarías la experiencia, en tu escritura, de pasar del cuento a la novela.
Bueno, siempre me interesaron más las novelas, y al comienzo el cuento se veía como un primer paso. Pero ahora que ya experimenté la escritura de una novela, lo que me interesa es la escritura en sí, sus posibilidades casi infinitas para poblar el mundo y su relación con la vida. Un relato puede cobrar la forma de un cuento o una novela, puede hacerse más riguroso en la forma y en la eficacia, hacerse más complicado o más sencillo, pero para mí seguirá siendo siempre una experiencia de buscar sentido a las cosas y a la vida, y a la vez de otorgárselo. Lo que me atrae de la novela es la libertad que se experimenta al realizar esta búsqueda.
2. En un cuento de Barcos de arena -Media naranja- aparecen un ciego y una mujer quemada como personajes secundarios. ¿Dirías que éstos son el germen de Rodrigo y Valentina, personajes centrales de la novela? ¿Que desde esta época tenías ya las imágenes?
No exactamente. Rodrigo inicialmente no iba a quedar ciego, así estaba en el primer plan de la novela cuando escribí la primera parte; luego dejé de escribir por un par de años, y al retomar la novela se me presentaron una serie de situaciones narrativas para la tercera parte, fue entonces cuando apareció la ceguera de Rodrigo como una posibilidad, y así rehice el plan, apenas hice unas ligeras modificaciones en la primera parte para adecuarla al nuevo sentido de la novela. Después de haber tomado estas decisiones y haber escrito la tercera parte me di cuenta de la coincidencia en el personaje ciego con “Media Naranja”. Supongo que debe haber alguna conexión inconsciente.
3. Una de las virtudes de Invencible como tu figura es su depurada técnica y la combinación de diversos recursos narrativos. En este aspecto de qué autores te sientes deudor.
En el aspecto propiamente de los recursos narrativos de nadie en particular. En la novela me planteé una serie de situaciones narrativas que requerían registrar distintas voces y escrituras, y esto me llevó a escoger los procedimientos que consideré más apropiados para ellas. Y, claro, el empleo de estos procedimientos narrativos proviene de un determinado aprendizaje de la novela como género, y de la lectura de las novelas en general. A quienes sí tuve presente durante la escritura de la novela fue a una serie de escritores y novelas muy disímiles entre sí, como Calvino, Saer, Puig, Onetti al inicio, El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas al final, y esa novela extraordinaria de Marguerite Duras, El amante, que me ayudaba a afinar el tono todo el tiempo y en especial cada vez que reiniciaba la escritura.
4. Varios autores peruanos –entre los que se pueden contar a Valdelomar, Ribeyro, Bryce- han escrito sobre temas propios de la cultura peruana desde el extranjero y cada quien ha expresado, de diversas maneras, la ascendencia que plantea esta situación. En tu caso cómo fue.
La mayor parte de la novela la escribí en el Perú, en los largos periodos de vacaciones que tenía entonces como estudiante de doctorado de una universidad norteamericana. Se podría decir que me tomó varios años llegar a los Estados Unidos, especialmente viviendo en un pueblo como Princeton dedicado casi por entero a la universidad donde la vida social era absorbida por la vida universitaria. Creo que esa situación inicial de experiencia personal de vivir como encapsulado en un mundo académico, que por otro lado como tal, como académico, era extraordinario; esa experiencia, tuvo que ver de alguna manera con la escritura de la novela. Más allá de eso, no alcanzo a formular todavía una manera distinta de ver el país, si a eso te refieres, no más de lo que pueda estar formulado en la novela. En todo caso, el hecho de escribir dentro o fuera de un país sobre la cultura de ese país, no da necesariamente una “visión” distinta o una mejor o peor “visión” de éste o una mejor o peor literatura. La relevancia de la experiencia vital, codificada en el exilio, el viaje o el enclaustramiento, estaría en que puede generar una literatura igualmente creativa.
5. Una de las constantes de tu novela es el planteamiento de una problemática en torno a la identidad, y quizá esta problemática es una de las constantes en la narrativa peruana. ¿Crees que esto –si es así- se deba a que es peruana?
Efectivamente, una de las características de la literatura peruana y latinoamericana ha sido su preocupación por la identidad nacional y cultural. Algo que en Europa dejó de darse, como se sabe, con la pérdida del aura y con el desarrollo de la autonomía de la literatura a fines del XIX, y especialmente desde la irrupción de la vanguardia y de escritores como Kafka y Joyce. En este sentido, el boom se propuso conjugar a ambos en su intento de recuperar el aura, en la fábula de lo latinoamericano, y conciliarla con el mercado en una época que ya se presentaba como postaurática. En lo personal, el tema de la identidad nunca me ha preocupado desde el punto de vista colectivo o comunitario, más bien me ha interesado desde una perspectiva individual, que no individualista, incluso existencial y metafísica, y más como imposibilidad de la identidad y como la posibilidad de identidades múltiples, y creo que la novela trabaja sobre eso.
6. Tus cuentos se desarrollan en espacios como la urbe arequipeña y la playa mollendina, en cambio en tu novela abordas prioritariamente un espacio andino. Qué dificultades tuviste –si las tuviste- al pisar ese terreno en la ficción.
Mi experiencia siempre ha sido urbana. La experiencia andina que he tenido es la de haber vivido muchos años en una ciudad como Arequipa, y ésta también es una experiencia urbana. Hay que tener en cuenta que toda experiencia, una vez articulada de sentido, se organiza como un género discursivo, ya sea como la escena o el relato oral de una experiencia o como el libro de la vida, y tiene por eso una cierta calidad textual y narrativa. Así, el gran texto que es el mundo andino para mí, se alimenta de lecturas y experiencias concretas, donde también intervienen fuertemente la experiencia de los otros. Pero específicamente mi experiencia del mundo rural andino, que como sabes es el espacio donde ocurre gran parte de la novela, escasea de estas vivencias concretas, que se limitan a algunas visitas de días, y en general se debe mayormente a una experiencia mediada por los libros y por los otros. Entonces, cuando me propuse escribir la novela mi intención claramente era escribir una novela, digamos, intimista, sobre unos personajes marginales en muchos sentidos, en una zona rural como la andina, y claro era consciente que la mayoría de jóvenes escritores tenía un marcado interés en escribir un policial y recrearlo en una “ciudad postmoderna”, lo que muestra implícitamente por la negación, la vigencia que tenía y todavía tiene la dicotomía campo/ciudad en algunos sectores de la reciente narrativa peruana. Pues bien, lo que intenté en la escritura de Invencible como tu figura, y lo que hasta ahora he intentado en la narrativa, es mantener esta perspectiva personal en las voces narrativas, un tanto autobiográfica si se quiere aunque los materiales y las situaciones narradas no sean autobiográficos. No son personajes rurales andinos los que cuentan su historia, sino personajes urbanos que relatan o evidencian su experiencia concreta, mediada, o imaginaria del mundo andino en general. Finalmente lo que importa no son los espacios urbano o andino, sino la riqueza de su enunciación y su mirada.
7. Las discusiones acerca de la autenticidad del espacio andino en las representaciones literarias son ya de larga data. ¿Tomas alguna posición en estas discusiones y cuál es?
Yo creo al igual que muchos que esas discusiones sobre la “autenticidad” ya no tienen un lugar real o de actualidad, más bien nos remiten a un contexto anterior, al de los años sesenta. El hecho de que se sigan produciendo implica, hoy en día, la persistencia de un esencialismo conservador o de una ignorancia con respecto a la capacidad de representación de los lenguajes, sean estos de la literatura, del arte o la ciencia. Me gustaría precisar un poco más, la discusión sobre la “autenticidad” siempre es una discusión que implica una instancia que la otorga o la niega, por tanto es una discusión sobre las políticas del conocimiento más que una discusión sobre la efectividad literaria de la representación. Tal fue el caso, por ejemplo, a mediados de los sesenta de la polémica en torno a Todas las sangres, en donde un grupo de “científicos sociales” criticó duramente la novela de Arguedas. Por primera vez en el Perú, otro saber distinto al literario le disputaba a la literatura el derecho a la verdadera, o si se prefiere “auténtica”, representación de la realidad peruana, y ese fue el saber de las ciencias sociales. El error de los “científicos sociales” de aquella época fue tratar de leer la literatura casi exclusivamente como un documento social, y su arrogancia, que provenía más de una teleología sobre los saberes modernos que de ellos mismos, fue la de desautorizar a la literatura como medio “verdadero” de representación de una realidad. Desde entonces se ha ido demostrando cada vez más que toda representación, incluyendo a las de las ciencias sociales, es siempre parcial o deficitaria, o si se quiere, simplemente reproductora de su lugar de enunciación, es decir hablan tanto o más de sí mismas como de lo que intentan representar.
8. Sabemos que estás investigando sobre Arguedas, cuéntanos un poco.
Sí, estoy trabajando en dos proyectos distintos. El primero, que estoy terminando, es un libro de crítica sobre la obra de Arguedas que estudia las condiciones y los modos de su escritura, y también la crítica latinoamericana que lee la obra. Y se desprende fundamentalmente del estudio de El zorro de arriba y el zorro de abajo y de la lectura de la muerte de Arguedas. El segundo, y en relación al anterior, es escribir un relato largo sobre la muerte de Arguedas.
Bueno, siempre me interesaron más las novelas, y al comienzo el cuento se veía como un primer paso. Pero ahora que ya experimenté la escritura de una novela, lo que me interesa es la escritura en sí, sus posibilidades casi infinitas para poblar el mundo y su relación con la vida. Un relato puede cobrar la forma de un cuento o una novela, puede hacerse más riguroso en la forma y en la eficacia, hacerse más complicado o más sencillo, pero para mí seguirá siendo siempre una experiencia de buscar sentido a las cosas y a la vida, y a la vez de otorgárselo. Lo que me atrae de la novela es la libertad que se experimenta al realizar esta búsqueda.
2. En un cuento de Barcos de arena -Media naranja- aparecen un ciego y una mujer quemada como personajes secundarios. ¿Dirías que éstos son el germen de Rodrigo y Valentina, personajes centrales de la novela? ¿Que desde esta época tenías ya las imágenes?
No exactamente. Rodrigo inicialmente no iba a quedar ciego, así estaba en el primer plan de la novela cuando escribí la primera parte; luego dejé de escribir por un par de años, y al retomar la novela se me presentaron una serie de situaciones narrativas para la tercera parte, fue entonces cuando apareció la ceguera de Rodrigo como una posibilidad, y así rehice el plan, apenas hice unas ligeras modificaciones en la primera parte para adecuarla al nuevo sentido de la novela. Después de haber tomado estas decisiones y haber escrito la tercera parte me di cuenta de la coincidencia en el personaje ciego con “Media Naranja”. Supongo que debe haber alguna conexión inconsciente.
3. Una de las virtudes de Invencible como tu figura es su depurada técnica y la combinación de diversos recursos narrativos. En este aspecto de qué autores te sientes deudor.
En el aspecto propiamente de los recursos narrativos de nadie en particular. En la novela me planteé una serie de situaciones narrativas que requerían registrar distintas voces y escrituras, y esto me llevó a escoger los procedimientos que consideré más apropiados para ellas. Y, claro, el empleo de estos procedimientos narrativos proviene de un determinado aprendizaje de la novela como género, y de la lectura de las novelas en general. A quienes sí tuve presente durante la escritura de la novela fue a una serie de escritores y novelas muy disímiles entre sí, como Calvino, Saer, Puig, Onetti al inicio, El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas al final, y esa novela extraordinaria de Marguerite Duras, El amante, que me ayudaba a afinar el tono todo el tiempo y en especial cada vez que reiniciaba la escritura.
4. Varios autores peruanos –entre los que se pueden contar a Valdelomar, Ribeyro, Bryce- han escrito sobre temas propios de la cultura peruana desde el extranjero y cada quien ha expresado, de diversas maneras, la ascendencia que plantea esta situación. En tu caso cómo fue.
La mayor parte de la novela la escribí en el Perú, en los largos periodos de vacaciones que tenía entonces como estudiante de doctorado de una universidad norteamericana. Se podría decir que me tomó varios años llegar a los Estados Unidos, especialmente viviendo en un pueblo como Princeton dedicado casi por entero a la universidad donde la vida social era absorbida por la vida universitaria. Creo que esa situación inicial de experiencia personal de vivir como encapsulado en un mundo académico, que por otro lado como tal, como académico, era extraordinario; esa experiencia, tuvo que ver de alguna manera con la escritura de la novela. Más allá de eso, no alcanzo a formular todavía una manera distinta de ver el país, si a eso te refieres, no más de lo que pueda estar formulado en la novela. En todo caso, el hecho de escribir dentro o fuera de un país sobre la cultura de ese país, no da necesariamente una “visión” distinta o una mejor o peor “visión” de éste o una mejor o peor literatura. La relevancia de la experiencia vital, codificada en el exilio, el viaje o el enclaustramiento, estaría en que puede generar una literatura igualmente creativa.
5. Una de las constantes de tu novela es el planteamiento de una problemática en torno a la identidad, y quizá esta problemática es una de las constantes en la narrativa peruana. ¿Crees que esto –si es así- se deba a que es peruana?
Efectivamente, una de las características de la literatura peruana y latinoamericana ha sido su preocupación por la identidad nacional y cultural. Algo que en Europa dejó de darse, como se sabe, con la pérdida del aura y con el desarrollo de la autonomía de la literatura a fines del XIX, y especialmente desde la irrupción de la vanguardia y de escritores como Kafka y Joyce. En este sentido, el boom se propuso conjugar a ambos en su intento de recuperar el aura, en la fábula de lo latinoamericano, y conciliarla con el mercado en una época que ya se presentaba como postaurática. En lo personal, el tema de la identidad nunca me ha preocupado desde el punto de vista colectivo o comunitario, más bien me ha interesado desde una perspectiva individual, que no individualista, incluso existencial y metafísica, y más como imposibilidad de la identidad y como la posibilidad de identidades múltiples, y creo que la novela trabaja sobre eso.
6. Tus cuentos se desarrollan en espacios como la urbe arequipeña y la playa mollendina, en cambio en tu novela abordas prioritariamente un espacio andino. Qué dificultades tuviste –si las tuviste- al pisar ese terreno en la ficción.
Mi experiencia siempre ha sido urbana. La experiencia andina que he tenido es la de haber vivido muchos años en una ciudad como Arequipa, y ésta también es una experiencia urbana. Hay que tener en cuenta que toda experiencia, una vez articulada de sentido, se organiza como un género discursivo, ya sea como la escena o el relato oral de una experiencia o como el libro de la vida, y tiene por eso una cierta calidad textual y narrativa. Así, el gran texto que es el mundo andino para mí, se alimenta de lecturas y experiencias concretas, donde también intervienen fuertemente la experiencia de los otros. Pero específicamente mi experiencia del mundo rural andino, que como sabes es el espacio donde ocurre gran parte de la novela, escasea de estas vivencias concretas, que se limitan a algunas visitas de días, y en general se debe mayormente a una experiencia mediada por los libros y por los otros. Entonces, cuando me propuse escribir la novela mi intención claramente era escribir una novela, digamos, intimista, sobre unos personajes marginales en muchos sentidos, en una zona rural como la andina, y claro era consciente que la mayoría de jóvenes escritores tenía un marcado interés en escribir un policial y recrearlo en una “ciudad postmoderna”, lo que muestra implícitamente por la negación, la vigencia que tenía y todavía tiene la dicotomía campo/ciudad en algunos sectores de la reciente narrativa peruana. Pues bien, lo que intenté en la escritura de Invencible como tu figura, y lo que hasta ahora he intentado en la narrativa, es mantener esta perspectiva personal en las voces narrativas, un tanto autobiográfica si se quiere aunque los materiales y las situaciones narradas no sean autobiográficos. No son personajes rurales andinos los que cuentan su historia, sino personajes urbanos que relatan o evidencian su experiencia concreta, mediada, o imaginaria del mundo andino en general. Finalmente lo que importa no son los espacios urbano o andino, sino la riqueza de su enunciación y su mirada.
7. Las discusiones acerca de la autenticidad del espacio andino en las representaciones literarias son ya de larga data. ¿Tomas alguna posición en estas discusiones y cuál es?
Yo creo al igual que muchos que esas discusiones sobre la “autenticidad” ya no tienen un lugar real o de actualidad, más bien nos remiten a un contexto anterior, al de los años sesenta. El hecho de que se sigan produciendo implica, hoy en día, la persistencia de un esencialismo conservador o de una ignorancia con respecto a la capacidad de representación de los lenguajes, sean estos de la literatura, del arte o la ciencia. Me gustaría precisar un poco más, la discusión sobre la “autenticidad” siempre es una discusión que implica una instancia que la otorga o la niega, por tanto es una discusión sobre las políticas del conocimiento más que una discusión sobre la efectividad literaria de la representación. Tal fue el caso, por ejemplo, a mediados de los sesenta de la polémica en torno a Todas las sangres, en donde un grupo de “científicos sociales” criticó duramente la novela de Arguedas. Por primera vez en el Perú, otro saber distinto al literario le disputaba a la literatura el derecho a la verdadera, o si se prefiere “auténtica”, representación de la realidad peruana, y ese fue el saber de las ciencias sociales. El error de los “científicos sociales” de aquella época fue tratar de leer la literatura casi exclusivamente como un documento social, y su arrogancia, que provenía más de una teleología sobre los saberes modernos que de ellos mismos, fue la de desautorizar a la literatura como medio “verdadero” de representación de una realidad. Desde entonces se ha ido demostrando cada vez más que toda representación, incluyendo a las de las ciencias sociales, es siempre parcial o deficitaria, o si se quiere, simplemente reproductora de su lugar de enunciación, es decir hablan tanto o más de sí mismas como de lo que intentan representar.
8. Sabemos que estás investigando sobre Arguedas, cuéntanos un poco.
Sí, estoy trabajando en dos proyectos distintos. El primero, que estoy terminando, es un libro de crítica sobre la obra de Arguedas que estudia las condiciones y los modos de su escritura, y también la crítica latinoamericana que lee la obra. Y se desprende fundamentalmente del estudio de El zorro de arriba y el zorro de abajo y de la lectura de la muerte de Arguedas. El segundo, y en relación al anterior, es escribir un relato largo sobre la muerte de Arguedas.
* Fernando Rivera (Arequipa 1965). Escritor, crítico y docente universitario. Hizo un doctorado en la Universidad de Princeton, donde actualmente enseña; ha publicado Barcos de arena (libro de relatos) y la novela Invencible como tu figura (2005), y está a punto de publicar un estudio crítico sobre la obra de José María Arguedas.
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