De lo fantástico y el Realismo a propósito de La careta de Ribeyro
Por Jorge Monteza
I
En el prólogo de La palabra del Mudo1 Washington Delgado señala que uno de los aportes más importantes de Julio Ramón Ribeyro, el principal gestor del Realismo urbano, “es la apertura de un mundo de fantasía”, refiriéndose a cuentos como El doblaje, La insignia, Rider y el pisapapeles -entre otros- , excelentes manifestaciones del género fantástico. Sin embargo no son precisamente representativos de lo que a Ribeyro le tocó representar en su ámbito generacional. Más bien como si se tratara de una ironía más del escritor-, lo fantástico resulta ser un terreno marginal dentro de la obra del escritor de la marginalidad.
Han determinado la tendencia de la narrativa de los años 50 diversos aspectos, pero principalmente el aspecto social. Los narradores de la Generación del 50 han asistido a una época de brusco cambio social, de una vertiginosa transformación de su ciudad a la cual había que explorarla y descubrirla de nuevo, y Ribeyro es quien más y mejor ha logrado esto, de ahí que sea el Realista urbano por excelencia y acaso con ese título sea soslayado, casi olvidado el Ribeyro en su dimensión fantástica; dado que la orientación generacional determinaría un camino. Al decir de Miguel Gutiérrez “la explotación de la variada y contradictoria realidad peruana fue la preocupación de lo narradores del 50”2, que en sus puntos neurálgicos, por un lado con la modernización e industrialización de la ciudad y por otro las migraciones masivas de los pobladores provincianos a la ciudad y con ello, el colapso socio-cultural que esto implicaba. En tal circunstancia resulta una consecuencia natural la adopción del realismo, cuyo propósito es “representar la realidad” a la manera imitativa. Para entender mejor esta posición respecto del mundo es necesario precisar algunos puntos sobre la naturaleza del Realismo.
II
Ya plenamente definido el Realismo aparece a mediados de siglo XIX, son los tiempos del positivismo filosófico que ve en la historia, física y biología los modelos del conocimiento; el pensamiento del siglo XIX por lo tanto está avocado a ver las cosas en sí mismas, la realidad misma “apartándose de las construcciones mentales de la metafísica para ajustarse a lo real tal como es”3. En esta concepción se busca tener un conocimiento preciso de las cosas del entorno del hombre para explicarlas y luego dominarlas en aras del progreso de la humanidad. Pero esto presupone –para la filosofía actual- afirmaciones simplistas e incluso ligeras, como que la realidad es extrínseca al sujeto y que ésta es sólo aquello lo que se puede ver y tocar; o sea, la realidad es sensible. En este contexto se ha desarrollado en el hombre moderno –y acaso debiéramos decir también, actual- una fascinación por referirse a lo real en términos de objetividad y que la literatura es un reflejo del mundo, y el Realismo es el modelo de aquélla.
Un tiempo antes, entre el siglo XVIII y XIX aparece, lo que sería la contraparte de Realismo, el género fantástico4, en el marco del idealismo alemán con declarada intención de representar la realidad del mundo interior , subjetivo, de la mente, de la imaginación, dándole una dignidad igual o mayor que al mundo de la objetividad y los sentidos5.
III
Tzvetan Todorov es quien hasta ahora ha hecho el estudio más riguroso de lo fantástico en el siglo XIX para definirlo. En su libro Introducción a la literatura fantástica, sostiene que lo que define al género fantástico es un estado de duda o perplejidad frente a un hecho increíble. Se entiende que tanto el personaje como el lector se inscriben en el contexto filosófico que hemos anunciado, en tal sentido esta duda, perplejidad y en muchos casos miedo es sustentada por la imposibilidad de no saber explicar de una manera racional lo sobrenatural. Estos cuentos tiene como elemento central el miedo del personaje positivista, al que está estrechamente vinculado el lector, frente a lo extraño por no poder explicar lo sobrenatural de la única manera que este personaje podría explicar las cosas: la razón, la exacerbada razón del siglo XIX . Entonces para este modo de concepción la realidad interior es una realidad emocional, psicológica; esta manera de aprender una realidad cambiaría en el siglo XX, cuando el género fantástico da un giro radical -principalmente con las obras de Kafka, Borges, Cortázar, Calvino-; precisamente respecto de este punto, el modo de concebir y abarcar la realidad; que desafortunadamente Todorov , a pesar de tratarse de lo fantástico de su época, no estudia, no obstante se da espacio en las últimas páginas de su libro para anunciarlo al comentar lo fantástico en Kafka . Observa Todorov que mientras en lo fantástico tradicional se parte de una situación perfectamente natural para desembocar en lo sobrenatural; en la obra de Kafka, tomando como representativa de ésta a La metamorfosis, inversamente, se parte de un acontecimiento sobrenatural para ir dándole a lo largo del relato, un aire cada vez más natural: Gregorio Samsa se despierta convertido en un monstruoso insecto y su sorpresa es la de quien ha sufrido una fractura de pierna o ha sufrido un exilio anunciado, por ejemplo. De ahí en adelante todo será adaptarse a esa nueva situación. Es decir, no aparece en los personajes la vacilación por intentar explicar racionalmente la monstruosa transformación. Lo que se describe en este cuento es un movimiento contrario, el de la adaptación 7 que sigue el acontecimiento inexplicable y que caracteriza el paso de lo sobrenatural a lo natural. Martin Heidegger sostiene que el mundo del extrañamiento es el mundo de lo real y que el espíritu del hombre encuentra su libertad en ese extrañamiento. De manera semejante, Sigmund Freud distingue dos disposiciones anímicas frente al mundo, la familiaridad y el extrañamiento. La familiaridad implica el sentido, es decir que el individuo habita un mundo permeable al significado donde todo es transparente y comprensible. Pero en ciertos momentos, esa misma familiaridad es resquebrajada y la gente se siente como Samsa o el protagonista de La careta; su entorno natural les resulta un entorno extraño, pero al que necesitan adaptarse. Esta actitud frente a la realidad, de cuestionamiento de sus sentidos, es una cualidad propia de la literatura en general por lo tanto también del Realismo, no así, lo que es diferente, de la intención social del Realismo que es representativa por estar enmarcada en el modelo de pensamiento que ya señalamos.
IV
Ahora bien, el realismo de Julio Ramón Ribeyro tiene la virtud de estar exento de esta intención de reflejar la realidad, más bien, como observa Antonio Cornejo Polar8, en la narrativa de Ribeyro hay mesurado equilibrio entre acatar la norma realista y sus impulsos ontológico y metafísicos que subyacen en su pesimismo esencial de tal manera “que en su totalidad, su narrativa apunta a una dimensión individual, anterior al examen de la realidad que sus textos concretos revelan”8; así, el realismo de Ribeyro tiene la virtud de ver objetos , no en sí mismos, sino que son objetos y hechos que terminan siendo a través del sujeto, ya sea la percepción de los personajes o la del autor, muy vinculadas entre sí; percepción que también está presente en los cuentos fantásticos, como está presente su manera de entender y percibir la realidad social que le tocó presenciar y expresar literariamente al escritor. Tal como ocurre en La careta9, cuento fantástico que resumido va así: Juan, un individuo cualquiera ha quedado fuera de la fiesta que ofrecía el marqués de Osín. Era la fiesta de la risa y los invitados llevaban una máscara con una descomunal sonrisa, sólo Juan no consiguió una, a esas horas todas las tiendas habían cerrado, y todos sus conocidos y todo el pueblo estaban en la fiesta. Se le ocurrió untarse la cara con bermellón y fingir la sonrisa; de nuevo en la puerta, pero esta vez los ujieres lo hacen pasar con reverencias. Como todos, había bailado valses y tomado champagne, pero cuando quiso retirarse se lo impidieron porque por disposición del marqués nadie se iba hasta el alba, cuando la fiesta terminara con el concurso de máscaras; el premio sería dos de los mejores perros lebreles del marqués. Juan esperó resignado el alba. Cuando esclareció, el marqués ordenó que todos se quitaran las máscaras. Juan intentó huir discretamente, pero fue detenido e intentaron quitarle la careta, al no poder hacerlo utilizaron un objeto cortante. Chorreando de sangre Juan vio que su cara ganó el concurso. El marqués ordenó que traigan el premio, a su vez que arrojaba la supuesta careta, que cayó cerca de los perros y éstos la devoraron.
No es difícil notar que una de las constantes temáticas en los cuentos (realistas o no) de Ribeyro es la identidad, la búsqueda o la pérdida de ésta, por personajes en medio de situaciones de cambios inexorables en su entorno. La careta, por su condensación simbólica resulta un cuento de importante representación en este ámbito. Este cuento puede revisarse analíticamente en tres momentos. Primero, el personaje excluido. El inicio del cuento: “Prendido de las rejas Juan observaba el baile”, sugiere una imagen del consabido personaje marginal ribeyriano, éste busca integrarse, entrar en el baile, pero carece del distintivo que lo incluya en el grupo: la máscara, como en una situación muy semejante, un baile de gala, por ejemplo, significa el smoking. Hay que observar que esta situación de marginalidad es ajena a la voluntad y comprensión del personaje, ella viene de una imposición exterior y él busca sólo adaptarse, pero como no le es dado conseguirla, decide falsificarla. El segundo momento, correspondería a la utilización de la falsa máscara, con la que logra integrarse en ese mundo de valses, champagne y sonrisas congeladas, elementos de alusión clara a la clase burguesa, que forman un grupo homogéneo por medio de las máscaras, lo heterogéneo se pone de manifiesto sólo cuando se las quitan “comenzaron entonces a despojarse de las máscaras, y rostros agrios, melancólicos y monstruosos aparecieron debajo de ellas”. Se presenta aquí evidentemente un juego de identidades. Una, homogénea, condicionada por una circunstancia social, propia de una clase. Y otra, heterogénea, de individuos cada uno de ellos deprimentes y anónimos, sobre los cuales tiene clara prevalencia la identidad homogénea, la máscara, la clase. Finalmente, el desenmascaramiento de Juan, se presenta como un arrebato de su identidad (disfrazada al natural) “sintió que le arrancaban la piel de un solo tirón”. La suerte de Juan es semejante a la del polizón que es descubierto y arrojado del barco en medio del océano, haciendo la salvedad de que la suerte de Juan posee la ironía reflexiva del autor que radica por un lado, en la premiación, y por otro, en el que su cara sea devorada; lo cual deja la herida de una identidad arrancada, con la imposibilidad de identificarse con lo uno o con lo otro, una identidad arrojada en el limbo como está arrojado en el océano el polizón entre dos tierras, sin salvación.
V
Este cuento fantástico sin dificultades puede asociarse, en el campo de la temática, con muchos cuentos realistas y por supuesto también equipararse en sus posibilidades interpretativas de la realidad. Así como en Los gallinazos sin plumas, cuento de exaltado realismo. Aunque Juan y Don Santos son personajes disímiles en cuanto este último cumple un rol de explícita perversidad, y Juan, como los niños en ese cuento, él también es víctima de un Status Quo de las cosas que él no se explica. Pero tiene en común todos estos personajes el ser marginales: don Santos y los niños, marginales de una ciudad; Juan, de un baile, que en su alegorización posee muchas posibilidades significativas a diferencia del cuento relista que suele ser explícito en sus referentes. La cara devorada –supuesta careta- por los perros, tiene semejanzas nada fortuitas con don Santos devorado por el cerdo Pascual al que alimentaba devotamente. El cerdo representa la patética imitación, de don Santos, de un sistema progresista y capitalista del que es marginado; así lo ha observado James Higgins: “De forma grotesca don Santos recuerda al capitalista que explota a sus semejantes”11. Analógicamente, los perros devoran la supuesta “careta” con la que logra entrar en un lugar del que inicialmente es excluido, esta “careta” irónicamente gana el concurso, una representación del sistema de competitividad, cuyo premio son precisamente los devoradores.
El personaje Juan presenta también estas semejanzas con otros como el de La insignia. La careta y la insignia son distintivos, marcas para entrar en circuitos elitistas, y aunque tiene desenlaces opuestos la constante es la identidad escindida. En el cuento La insignia, el personaje adquiere una vida de privilegios sólo por poseer accidentalmente una insignia, sin embargo él no puede evitar sentirse ajeno a esa nueva identidad porque solitariamente no entiende nada de la organización en la que es hombre importante. Otros cuentos como De color modesto, El profesor suplente, explicaciones a un cabo de servicio, entre otros, tratan también de una crisis de identidad por personajes que han perdido o buscan un grupo o status social en el cual ubicarse, estando siempre condenados al fracaso, como el personaje de la careta y otros pertenecientes también a cuentos de corte fantástico.
A manera de conclusión
De tal manera nos percatamos que los temas tocados en el ámbito realista resultan ser constantes también en los cuentos fantásticos y se expresan en ellos la misma concepción de la realidad, con la salvedad que en el ámbito fantástico la actitud frente a la realidad es distinta. En el realismo, la actitud consiste en su confianza para reflejar la realidad dada su natural y plena familiaridad con las cosas, pero en la ejecución literaria esto –curiosamente- se lleva acabo a través de una adaptación del lenguaje, los personajes, la historia, etc. Adaptación cuyo fundamental propósito es lograr un efecto realista.
En resumidas cuentas el Realismo no es lo real; sino, es un efecto que causa la impresión de estar frente a lo real, y logra tocarnos, conmovernos en la medida de la gravedad de los hechos y en la medida que éstos concuerden con nuestra percepción de la realidad.
Lo fantástico –especialmente de Kafka en adelante- presenta por el contrario ante los sujetos y objetos de la vida cotidiana un inmutable extrañamiento, una enajenación de las cosas que al realismo le son tan familiares; y frente a ellas elabora imágenes, metáforas, alegorías buscando tocar esas cosas de nuestro entorno a las que llamamos realidad. Ese extrañamiento de lo natural y las imágenes o metáforas desprendidas del mundo, paradójicamente, resultan estar más cerca a lo real, como más cercana a lo real está la extrañeza y perplejidad de Gregorio Samsa frente a la puerta que lo encierra, ante el recuerdo de los amigos que nada harán por él. Como la extrañeza y desolación que ésta provoca en el personaje de la insignia, al saberse presidente de una organización secreta, o la extrañeza que produce la cara de Juan pegada a las rejas sin que él ni nadie puedan explicar por qué le ha tocado estar del otro lado de las rejas. Por eso mismo, porque es un sujeto exento de explicación, lleno de ingeniosidad e ingenuidad, encontrar La careta como imagen o metáfora en sí misma, o sea en su ámbito literario, logra tocar nuestra realidad al extremo de descubrírnosla como nuestra. Algo que por cierto también logran sus cuentos realistas, pues no está en este tipo de literatura la ingenuidad, sino en su intención social. En el caso específico de Ribeyro su mayor aporte está constituido por esta tendencia y ciertamente el afluente fantástico es menos abundante pero no menos significativo como se ha visto, puesto que las posibilidades cognoscitivas de los cuentos fantásticos, para aprehender la realidad, no son menos amplias que la de los cuentos realistas; por el contrario, si bien lo fantástico entraña alegorías, y específicamente en la cuentística de Ribeyro, alegorías de los convulsionados fenómenos sociales; presentan además a sujetos desconcertados y ontologicamente escindidos, fracturados por un medio social en transformación que Julio Ramón Ribeyro tan bien ha expresado en una obra que junto con esta manera de percibir la realidad se han convertido en indispensables para la literatura peruana.
Notas.
1. La palabra del mudo, 1977. Ed. Milla Bartres. lima –Perú
2. La generación del 50 un mundo dividido.
3. Historia de la filosofía. Julián Marías
4. Las raíces primigenias de lo fantástico son remotas. Bioy Casares, sostiene que lo fantástico es tan antiguo como el miedo.
5. Lo fantástico del siglo XIX Italo Calvino. www. …
6. Especialmente con las obras de Kafka, Borges, Cortázar y Calvino
7. Introducción a la literatura fantástica. Tzvetan Todorov.
8. Historia de la literatura del Perú republicano.
9. Por una extraña fortuna azarosa algunos cuentos fantásticos inéditos entre los que se encuentra La careta, han aparecido publicados únicamente en la revista Realidad.
10. La palabra del mudo
11. Cambio social y constantes humanas. PUCP. Lima - Perú
Por Jorge Monteza
I
En el prólogo de La palabra del Mudo1 Washington Delgado señala que uno de los aportes más importantes de Julio Ramón Ribeyro, el principal gestor del Realismo urbano, “es la apertura de un mundo de fantasía”, refiriéndose a cuentos como El doblaje, La insignia, Rider y el pisapapeles -entre otros- , excelentes manifestaciones del género fantástico. Sin embargo no son precisamente representativos de lo que a Ribeyro le tocó representar en su ámbito generacional. Más bien como si se tratara de una ironía más del escritor-, lo fantástico resulta ser un terreno marginal dentro de la obra del escritor de la marginalidad.
Han determinado la tendencia de la narrativa de los años 50 diversos aspectos, pero principalmente el aspecto social. Los narradores de la Generación del 50 han asistido a una época de brusco cambio social, de una vertiginosa transformación de su ciudad a la cual había que explorarla y descubrirla de nuevo, y Ribeyro es quien más y mejor ha logrado esto, de ahí que sea el Realista urbano por excelencia y acaso con ese título sea soslayado, casi olvidado el Ribeyro en su dimensión fantástica; dado que la orientación generacional determinaría un camino. Al decir de Miguel Gutiérrez “la explotación de la variada y contradictoria realidad peruana fue la preocupación de lo narradores del 50”2, que en sus puntos neurálgicos, por un lado con la modernización e industrialización de la ciudad y por otro las migraciones masivas de los pobladores provincianos a la ciudad y con ello, el colapso socio-cultural que esto implicaba. En tal circunstancia resulta una consecuencia natural la adopción del realismo, cuyo propósito es “representar la realidad” a la manera imitativa. Para entender mejor esta posición respecto del mundo es necesario precisar algunos puntos sobre la naturaleza del Realismo.
II
Ya plenamente definido el Realismo aparece a mediados de siglo XIX, son los tiempos del positivismo filosófico que ve en la historia, física y biología los modelos del conocimiento; el pensamiento del siglo XIX por lo tanto está avocado a ver las cosas en sí mismas, la realidad misma “apartándose de las construcciones mentales de la metafísica para ajustarse a lo real tal como es”3. En esta concepción se busca tener un conocimiento preciso de las cosas del entorno del hombre para explicarlas y luego dominarlas en aras del progreso de la humanidad. Pero esto presupone –para la filosofía actual- afirmaciones simplistas e incluso ligeras, como que la realidad es extrínseca al sujeto y que ésta es sólo aquello lo que se puede ver y tocar; o sea, la realidad es sensible. En este contexto se ha desarrollado en el hombre moderno –y acaso debiéramos decir también, actual- una fascinación por referirse a lo real en términos de objetividad y que la literatura es un reflejo del mundo, y el Realismo es el modelo de aquélla.
Un tiempo antes, entre el siglo XVIII y XIX aparece, lo que sería la contraparte de Realismo, el género fantástico4, en el marco del idealismo alemán con declarada intención de representar la realidad del mundo interior , subjetivo, de la mente, de la imaginación, dándole una dignidad igual o mayor que al mundo de la objetividad y los sentidos5.
III
Tzvetan Todorov es quien hasta ahora ha hecho el estudio más riguroso de lo fantástico en el siglo XIX para definirlo. En su libro Introducción a la literatura fantástica, sostiene que lo que define al género fantástico es un estado de duda o perplejidad frente a un hecho increíble. Se entiende que tanto el personaje como el lector se inscriben en el contexto filosófico que hemos anunciado, en tal sentido esta duda, perplejidad y en muchos casos miedo es sustentada por la imposibilidad de no saber explicar de una manera racional lo sobrenatural. Estos cuentos tiene como elemento central el miedo del personaje positivista, al que está estrechamente vinculado el lector, frente a lo extraño por no poder explicar lo sobrenatural de la única manera que este personaje podría explicar las cosas: la razón, la exacerbada razón del siglo XIX . Entonces para este modo de concepción la realidad interior es una realidad emocional, psicológica; esta manera de aprender una realidad cambiaría en el siglo XX, cuando el género fantástico da un giro radical -principalmente con las obras de Kafka, Borges, Cortázar, Calvino-; precisamente respecto de este punto, el modo de concebir y abarcar la realidad; que desafortunadamente Todorov , a pesar de tratarse de lo fantástico de su época, no estudia, no obstante se da espacio en las últimas páginas de su libro para anunciarlo al comentar lo fantástico en Kafka . Observa Todorov que mientras en lo fantástico tradicional se parte de una situación perfectamente natural para desembocar en lo sobrenatural; en la obra de Kafka, tomando como representativa de ésta a La metamorfosis, inversamente, se parte de un acontecimiento sobrenatural para ir dándole a lo largo del relato, un aire cada vez más natural: Gregorio Samsa se despierta convertido en un monstruoso insecto y su sorpresa es la de quien ha sufrido una fractura de pierna o ha sufrido un exilio anunciado, por ejemplo. De ahí en adelante todo será adaptarse a esa nueva situación. Es decir, no aparece en los personajes la vacilación por intentar explicar racionalmente la monstruosa transformación. Lo que se describe en este cuento es un movimiento contrario, el de la adaptación 7 que sigue el acontecimiento inexplicable y que caracteriza el paso de lo sobrenatural a lo natural. Martin Heidegger sostiene que el mundo del extrañamiento es el mundo de lo real y que el espíritu del hombre encuentra su libertad en ese extrañamiento. De manera semejante, Sigmund Freud distingue dos disposiciones anímicas frente al mundo, la familiaridad y el extrañamiento. La familiaridad implica el sentido, es decir que el individuo habita un mundo permeable al significado donde todo es transparente y comprensible. Pero en ciertos momentos, esa misma familiaridad es resquebrajada y la gente se siente como Samsa o el protagonista de La careta; su entorno natural les resulta un entorno extraño, pero al que necesitan adaptarse. Esta actitud frente a la realidad, de cuestionamiento de sus sentidos, es una cualidad propia de la literatura en general por lo tanto también del Realismo, no así, lo que es diferente, de la intención social del Realismo que es representativa por estar enmarcada en el modelo de pensamiento que ya señalamos.
IV
Ahora bien, el realismo de Julio Ramón Ribeyro tiene la virtud de estar exento de esta intención de reflejar la realidad, más bien, como observa Antonio Cornejo Polar8, en la narrativa de Ribeyro hay mesurado equilibrio entre acatar la norma realista y sus impulsos ontológico y metafísicos que subyacen en su pesimismo esencial de tal manera “que en su totalidad, su narrativa apunta a una dimensión individual, anterior al examen de la realidad que sus textos concretos revelan”8; así, el realismo de Ribeyro tiene la virtud de ver objetos , no en sí mismos, sino que son objetos y hechos que terminan siendo a través del sujeto, ya sea la percepción de los personajes o la del autor, muy vinculadas entre sí; percepción que también está presente en los cuentos fantásticos, como está presente su manera de entender y percibir la realidad social que le tocó presenciar y expresar literariamente al escritor. Tal como ocurre en La careta9, cuento fantástico que resumido va así: Juan, un individuo cualquiera ha quedado fuera de la fiesta que ofrecía el marqués de Osín. Era la fiesta de la risa y los invitados llevaban una máscara con una descomunal sonrisa, sólo Juan no consiguió una, a esas horas todas las tiendas habían cerrado, y todos sus conocidos y todo el pueblo estaban en la fiesta. Se le ocurrió untarse la cara con bermellón y fingir la sonrisa; de nuevo en la puerta, pero esta vez los ujieres lo hacen pasar con reverencias. Como todos, había bailado valses y tomado champagne, pero cuando quiso retirarse se lo impidieron porque por disposición del marqués nadie se iba hasta el alba, cuando la fiesta terminara con el concurso de máscaras; el premio sería dos de los mejores perros lebreles del marqués. Juan esperó resignado el alba. Cuando esclareció, el marqués ordenó que todos se quitaran las máscaras. Juan intentó huir discretamente, pero fue detenido e intentaron quitarle la careta, al no poder hacerlo utilizaron un objeto cortante. Chorreando de sangre Juan vio que su cara ganó el concurso. El marqués ordenó que traigan el premio, a su vez que arrojaba la supuesta careta, que cayó cerca de los perros y éstos la devoraron.
No es difícil notar que una de las constantes temáticas en los cuentos (realistas o no) de Ribeyro es la identidad, la búsqueda o la pérdida de ésta, por personajes en medio de situaciones de cambios inexorables en su entorno. La careta, por su condensación simbólica resulta un cuento de importante representación en este ámbito. Este cuento puede revisarse analíticamente en tres momentos. Primero, el personaje excluido. El inicio del cuento: “Prendido de las rejas Juan observaba el baile”, sugiere una imagen del consabido personaje marginal ribeyriano, éste busca integrarse, entrar en el baile, pero carece del distintivo que lo incluya en el grupo: la máscara, como en una situación muy semejante, un baile de gala, por ejemplo, significa el smoking. Hay que observar que esta situación de marginalidad es ajena a la voluntad y comprensión del personaje, ella viene de una imposición exterior y él busca sólo adaptarse, pero como no le es dado conseguirla, decide falsificarla. El segundo momento, correspondería a la utilización de la falsa máscara, con la que logra integrarse en ese mundo de valses, champagne y sonrisas congeladas, elementos de alusión clara a la clase burguesa, que forman un grupo homogéneo por medio de las máscaras, lo heterogéneo se pone de manifiesto sólo cuando se las quitan “comenzaron entonces a despojarse de las máscaras, y rostros agrios, melancólicos y monstruosos aparecieron debajo de ellas”. Se presenta aquí evidentemente un juego de identidades. Una, homogénea, condicionada por una circunstancia social, propia de una clase. Y otra, heterogénea, de individuos cada uno de ellos deprimentes y anónimos, sobre los cuales tiene clara prevalencia la identidad homogénea, la máscara, la clase. Finalmente, el desenmascaramiento de Juan, se presenta como un arrebato de su identidad (disfrazada al natural) “sintió que le arrancaban la piel de un solo tirón”. La suerte de Juan es semejante a la del polizón que es descubierto y arrojado del barco en medio del océano, haciendo la salvedad de que la suerte de Juan posee la ironía reflexiva del autor que radica por un lado, en la premiación, y por otro, en el que su cara sea devorada; lo cual deja la herida de una identidad arrancada, con la imposibilidad de identificarse con lo uno o con lo otro, una identidad arrojada en el limbo como está arrojado en el océano el polizón entre dos tierras, sin salvación.
V
Este cuento fantástico sin dificultades puede asociarse, en el campo de la temática, con muchos cuentos realistas y por supuesto también equipararse en sus posibilidades interpretativas de la realidad. Así como en Los gallinazos sin plumas, cuento de exaltado realismo. Aunque Juan y Don Santos son personajes disímiles en cuanto este último cumple un rol de explícita perversidad, y Juan, como los niños en ese cuento, él también es víctima de un Status Quo de las cosas que él no se explica. Pero tiene en común todos estos personajes el ser marginales: don Santos y los niños, marginales de una ciudad; Juan, de un baile, que en su alegorización posee muchas posibilidades significativas a diferencia del cuento relista que suele ser explícito en sus referentes. La cara devorada –supuesta careta- por los perros, tiene semejanzas nada fortuitas con don Santos devorado por el cerdo Pascual al que alimentaba devotamente. El cerdo representa la patética imitación, de don Santos, de un sistema progresista y capitalista del que es marginado; así lo ha observado James Higgins: “De forma grotesca don Santos recuerda al capitalista que explota a sus semejantes”11. Analógicamente, los perros devoran la supuesta “careta” con la que logra entrar en un lugar del que inicialmente es excluido, esta “careta” irónicamente gana el concurso, una representación del sistema de competitividad, cuyo premio son precisamente los devoradores.
El personaje Juan presenta también estas semejanzas con otros como el de La insignia. La careta y la insignia son distintivos, marcas para entrar en circuitos elitistas, y aunque tiene desenlaces opuestos la constante es la identidad escindida. En el cuento La insignia, el personaje adquiere una vida de privilegios sólo por poseer accidentalmente una insignia, sin embargo él no puede evitar sentirse ajeno a esa nueva identidad porque solitariamente no entiende nada de la organización en la que es hombre importante. Otros cuentos como De color modesto, El profesor suplente, explicaciones a un cabo de servicio, entre otros, tratan también de una crisis de identidad por personajes que han perdido o buscan un grupo o status social en el cual ubicarse, estando siempre condenados al fracaso, como el personaje de la careta y otros pertenecientes también a cuentos de corte fantástico.
A manera de conclusión
De tal manera nos percatamos que los temas tocados en el ámbito realista resultan ser constantes también en los cuentos fantásticos y se expresan en ellos la misma concepción de la realidad, con la salvedad que en el ámbito fantástico la actitud frente a la realidad es distinta. En el realismo, la actitud consiste en su confianza para reflejar la realidad dada su natural y plena familiaridad con las cosas, pero en la ejecución literaria esto –curiosamente- se lleva acabo a través de una adaptación del lenguaje, los personajes, la historia, etc. Adaptación cuyo fundamental propósito es lograr un efecto realista.
En resumidas cuentas el Realismo no es lo real; sino, es un efecto que causa la impresión de estar frente a lo real, y logra tocarnos, conmovernos en la medida de la gravedad de los hechos y en la medida que éstos concuerden con nuestra percepción de la realidad.
Lo fantástico –especialmente de Kafka en adelante- presenta por el contrario ante los sujetos y objetos de la vida cotidiana un inmutable extrañamiento, una enajenación de las cosas que al realismo le son tan familiares; y frente a ellas elabora imágenes, metáforas, alegorías buscando tocar esas cosas de nuestro entorno a las que llamamos realidad. Ese extrañamiento de lo natural y las imágenes o metáforas desprendidas del mundo, paradójicamente, resultan estar más cerca a lo real, como más cercana a lo real está la extrañeza y perplejidad de Gregorio Samsa frente a la puerta que lo encierra, ante el recuerdo de los amigos que nada harán por él. Como la extrañeza y desolación que ésta provoca en el personaje de la insignia, al saberse presidente de una organización secreta, o la extrañeza que produce la cara de Juan pegada a las rejas sin que él ni nadie puedan explicar por qué le ha tocado estar del otro lado de las rejas. Por eso mismo, porque es un sujeto exento de explicación, lleno de ingeniosidad e ingenuidad, encontrar La careta como imagen o metáfora en sí misma, o sea en su ámbito literario, logra tocar nuestra realidad al extremo de descubrírnosla como nuestra. Algo que por cierto también logran sus cuentos realistas, pues no está en este tipo de literatura la ingenuidad, sino en su intención social. En el caso específico de Ribeyro su mayor aporte está constituido por esta tendencia y ciertamente el afluente fantástico es menos abundante pero no menos significativo como se ha visto, puesto que las posibilidades cognoscitivas de los cuentos fantásticos, para aprehender la realidad, no son menos amplias que la de los cuentos realistas; por el contrario, si bien lo fantástico entraña alegorías, y específicamente en la cuentística de Ribeyro, alegorías de los convulsionados fenómenos sociales; presentan además a sujetos desconcertados y ontologicamente escindidos, fracturados por un medio social en transformación que Julio Ramón Ribeyro tan bien ha expresado en una obra que junto con esta manera de percibir la realidad se han convertido en indispensables para la literatura peruana.
Notas.
1. La palabra del mudo, 1977. Ed. Milla Bartres. lima –Perú
2. La generación del 50 un mundo dividido.
3. Historia de la filosofía. Julián Marías
4. Las raíces primigenias de lo fantástico son remotas. Bioy Casares, sostiene que lo fantástico es tan antiguo como el miedo.
5. Lo fantástico del siglo XIX Italo Calvino. www. …
6. Especialmente con las obras de Kafka, Borges, Cortázar y Calvino
7. Introducción a la literatura fantástica. Tzvetan Todorov.
8. Historia de la literatura del Perú republicano.
9. Por una extraña fortuna azarosa algunos cuentos fantásticos inéditos entre los que se encuentra La careta, han aparecido publicados únicamente en la revista Realidad.
10. La palabra del mudo
11. Cambio social y constantes humanas. PUCP. Lima - Perú
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